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La presión tiende a aumentar con la edad, por ese motivo, la tensión alta es muy común entre las personas de edad avanzada. Más del 60% de la población mayor de 65 años sufre de hipertensión arterial. Aunque podemos controlarla y reducir sus riesgos, si se toma a la ligera puede acarrear graves consecuencias.

¿Cómo se mide la presión arterial?

La presión arterial mide la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias, y se calcula en milímetros de mercurio (mm Hg). La presión que hace la sangre cuando el corazón late, se conoce como presión sistólica. En cambio, la presión diastólica mide la presión de la sangre entre latido y latido.

Según la OMS, Los parámetros entre los que se encuentra una persona que no tiene la tensión arterial alterada son de 120 mm Hg de presión sistólica y 80 mm Hg de diastólica.

Síntomas y consecuencias de la tensión alta

Los síntomas más comunes de la hipertensión son vértigos, dolor de cabeza, dificultad al respirar, palpitaciones y hemorragias nasales. Aún así, un gran número de personas que tienen la tensión alta no sufren ninguno de estos síntomas.

A medida que aumenta la tensión, incrementa el riesgo de sufrir daños en los vasos sanguíneos, el corazón, el cerebro y los riñones. Es decir, la hipertensión puede llegar a provocar un infarto, un ictus o un accidente cerebrovascular si no se trata.

¿Cómo se trata la hipertensión?

Si se padece tensión alta, se debe acudir al médico cuanto antes. El profesional sabrá que tratamiento administrar a cada paciente dependiendo del nivel de hipertensión. Si es una leve alteración, los especialistas recomiendan realizar ejercicio físico, evitar añadir sal en las comidas y suprimir el consumo de alcohol.

Se considera que una persona tiene hipertensión cuando está a más de 140 mm Hg y 90 mm Hg. En ese caso, el médico recomendará al paciente el tratamiento más adecuado tras un análisis médico exhaustivo.